Para ellos, el simple frijol, que para tantos es tan común, se transforma en un manjar caído del cielo. Su llegada es un motivo de alegría efímera, un destello de luz en la penumbra de sus días. Algunos, desde la ignorancia, se atreven a decir que son más felices que los ricos citadinos, pero esa es una ceguera cruel, pues jamás han contemplado el llanto desgarrador de un niño deshecho por el hambre.
La chispa de la felicidad ha sido extirpada de los ojos de estos seres humanos. Aunque, en ocasiones, surge una excepción: almas que, a pesar de su dolor lacerante, regalan una sonrisa. ¿Es la felicidad genuina o una máscara forjada por la resiliencia? La pregunta flota, amarga y sin respuesta.
Sin embargo, son los más pequeños quienes cargan el peso más cruel de la escasez. He sido testigo de infantes que han pasado días enteros sin probar bocado, una realidad que la autoridad pública ignora con una desvergüenza pasmosa. Su respuesta, helada y cortante: "¡Es que son haraganes, por eso están así!". ¡Qué descaro! Una frase que nunca pronuncian cuando imploran votos.
Causa repulsión ver cómo, al pisar los umbrales del poder, su primer instinto es devorar el erario. Hay escuelas que permanecen cerradas por años, fantasmas de la educación, sin un maestro que ilumine sus aulas, mientras las autoridades permanecen impasibles. Centros de salud, a horas de camino de las comunidades, son apenas esqueletos sin medicamentos, testigos mudos del sufrimiento.
Vi a una mujer, con las manos enrojecidas, lavando en una piedra, un ícono de la pobreza arraigada. Fui testigo de un hecho que me marcó el alma: caminando hacia una comunidad remota, encontré a una madre llevando en sus brazos a su hijo de un año, grave. Se dirigía al centro de salud, a veinticinco kilómetros de su aldea. Horas después, al regresar, la volví a ver. Mis ojos buscaron al niño, pero ella respondió con lágrimas que anegaban su rostro: "Murió en el camino, no logramos llegar". Este, como tantos otros casos, es una herida abierta en estas "tierras de Dios".
¿Acaso cambiará algún día el corazón de aquellos que amontonan riquezas, mientras los olvidados acumulan penurias?
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